En el valle de Elah


De Paul Haggis, guionista de Million Dollar Baby, y guionista y director de Crash, no cabe sino esperar productos interesantes, y En el valle de Elah lo es, y mucho. Recuerda a muchas películas de posguerra vietnamita que están en la cabeza de todos, pero se aparta de ellas lo suficiente para aportar aspectos notables al género posbélico. El más importante, a mi juicio, es la forma narrativa. El espectador se entera de todo no a través de una narración lineal de los hechos, sino a través de una doble fuente de información: una investigación policial por un lado, y el visionado de unas filmaciones realizadas por un soldado con su teléfono móvil durante su estancia en Irak, las cuales están dañadas, por otro. Es muy original la forma, ciertamente. Se aprecia en Haggis una voluntad de estilo en este aspecto narrativo que habíamos observado también en Crash, lo cual le agradecemos quienes damos importancia a estas cosas de cómo contar.

El espectador recibe la información paulatinamente, y a la vez va interpretando unos hechos que presentan muchas aristas. Y lo hace a la par de los protagonistas, unos solventes Charlize Theron (se ponga sexy o no da gloria verla) y Tommy Lee Jones (éste cada vez mueve menos músculos para interpretar, tipo Morgan Freeman; parecen haber llegado al karma de la interpretación; no sé no sé si me gusta eso).

Hay dos grandes metáforas en las películas; ambas se han criticado, pero yo les veo el sentido y la eficacia: la bandera boca abajo y la simbología (eso sí, sencilla, del relato bíblico de David y Goliath). En cuanto a la primera, está bien resuelta y nos propone un final cerrado con llave de oro perfectamente inteligible, nada menos que el Imperio pidiendo ayuda a los demás para que le orienten en su política exterior e interior (¿a Europa, quizá?). En cuanto a la alegoría bíblica, sí parece introducida con calzador, especialmente por la escena donde es presentada, pero tiene su lógica y su función. En primer lugar, porque el texto elegido describe la forma de entender la educación de su locutor, Hank (Tommy Lee Jones); en segundo lugar, porque el niño le da un significado moral cuando se pregunta por qué los generales mandaron permitieron que fuese un niño quien peleara con Goliath (aunque el propio niño quisiese, pues un niño no es dueño ni de sus propias decisiones). Si relacionamos esto con la llegada al cuartel de un nuevo recluta --muy joven-- estableceremos los nexos suficientes para justificar la presencia de esos metarrelatos.

En otro orden de cosas, se le ha criticado al director en otras ocasiones cierta dosis de complacencia dentro de la crítica y, en el estilo, cierto efectismo (uso de cámaras lentas, música apropiada para momentos climáticos, primeros planos lacrimógenos, etc.) Admito que cuando ha echado menos de estos recursos me ha sido difícil despertar de la ficción para poder verlos en relieve y criticarlos, de modo que algo dirá de su pericia; aun así, creo que en esta película no recurre a ellos de forma tan notoria ni copiosa. La narración, en un primer visionado, parece ciertamente objetiva, si exceptuamos el recreo naturalista y a veces morboso en el descuartizamiento de un cadáver. Comoquiera, me parece mucho más objetiva que Crash.
En cuanto a los actores, he de decir que el personaje de Tommy Lee Jones está muy bien perfilado. Él no es él, sino el producto de un mundo determinado, ahora con complejos de culpabilidad y a punto de derribarse, que busca desesperadamente al menos enterrar a sus muertos con cierta dignidad, si no con honores de guerra, con la que da al menos la búsqueda de la verdad. Cumple una doble función: emotiva y detectivesca. Es el hilo de Ariadna que conduce a Charlize al descubrimiento de las claves, precisamente porque conoce las claves de ese mundo.


Las breves incursiones en la vida social de esa ciudad de militares resultan inquietantes. La muerte de esa chica que va a denunciar las torturas a las que es sometido un perro por parte de su compañero sentimental, un militar, resulta estremecedor. Los esbozos descriptivos del ambiente jerárquico en la política de esa ciudad y en la política de la jerarquía militar resultan aterradores en su concisión y rotundidad.

No quiero enrollarme más; tan sólo dos apuntes sobre la evolución y sobre el final. La peli es toda una bajada a los infiernos. Cuanto más conoce el padre del hijo peor resulta. El padre va en busca de un héroe o algo así que justifique un poco todo, tal como ocurre en otras películas, pero, a medida que va conociendo, se entera de más aspectos macabros, ruines y desoladores. No hay esperanza. El camino es el del conocimiento del antihéroe, aunque éste fuera en principio una especie de Emilio de Rousseau, pero la guerra le ha convertido en alguien sin escrúpulos que cree divertido hacerse pasar por médico para así poder meter sus manos sucias en las heridas abiertas de los vencidos. Estremecedor.

Me parece muy bueno el final, no sólo por la metáfora de la bandera, sino por el desenlace de los hechos. Hay en el ejército órdenes de no detenerse en las calles y en los caminos por nada del mundo, pues podría tratarse de una emboscada. No parar significa a veces llevarse por delante vidas absolutamente inocentes. Y por último, el desenlace de la historia central, aunque todas están relacionadas: "Cuando me di cuenta estaba apuñalando a Mike" -dice un personaje- "igual que podía haber sido al contrario". Da igual. La muerte es ridícula, la guerra es ridícula, la violencia es ridícula, grotesca. El padre se queda sin venganza. ¿Cómo vengar unos hechos sin sentido? El padre-coraje buscaba móviles, razones, coartadas y al final no hay nada. Nada.

Hay que ir a verla.

Salud.

Tanhausser

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