Rebanada de biopics musicales

Ligar la figura del recientemente fallecido James Brown al cine es a priori una empresa difícil, más allá de las dotes escénicas que con esmero histriónico ha demostrado poseer este monstruo del soul. Sin embargo cabe recordar su fugaz paso por este mundo en la -¡cómo no!- alocada The Blues Brothers (1980), de John Landis, en la que da vida a un inefable reverendo.

Pero no es para recordar su paso en el cine para lo que nos paramos en la figura de este soulman, sino para anunciar cómo el cine ha decidido acercarse a él. Siguiendo la moda reciente del cine norteamericano por buscar temas de interés en biopics de personajes del mundo de la música, Spike Lee no ha sido menos y parece ser que nos brindará para 2008 la posibilidad de ver en pantalla grande los excesos vitales de James Brown. Quizá busque un oscar, como ya obtuvieran los biopics de Ray Charles (Ray, de Taylor Hackford) y Johnny Cash (En la cuerda floja, de James Mangold).

A James Brown le debe mucho a la música contemporánea. El creador de temas emblemáticos como Sex Machine o I Feel Good inventó la música funk, inspiró los movimientos de baile de Mick Jagger y Michael Jackson, y ayu
dó a preparar el camino para el hip-hop. Supongo que la querencia de Spike Lee a retratar la deuda que tiene EE.UU. con la cultura afroamericana le ha llevado a volver su mirada hacia este mito de la música. Si a esto le unimos la tormentosa y acelerada vida que llevó, tenemos material suficiente para hacer una película cuando menos sugerente, aunque la verdad es que ya estoy un poco cansado de tanto biopic mediocre.

Y es que la vida de Brown no fue un camino de rosas. Su tía -con la que se crió- dirigía un prostíbulo. El pequeño James tuvo muy pronto que currar en lo que caía. Pasó tres años en la cárcel cuando aún era menor -acusación: robo con arma e intimidación-, y otros tres en un reformatorio. Ya talludito le acusan de maltrato a su mujer y consumo de drogas. Otros tres años en el trullo, aunque pudieron ser seis. La historia se repitió con su última esposa en 2004, pero esta vez
con pagar fianza bastó. En fin, un tornado que ni la música lo calma; y es que el cuento del flautista de Hamelín era un timo.

Espero que no nos venda Spike Lee un producto acomodado a la
corrección política, intentando redimir al personaje de sus desmadres a través de la pasión por la música. Esas historias no me dicen mucho. En Ray lo de menos era si Ray Charles se drogaba o si engañaba a su mujer; de hecho es en esas historias cotidianas donde esta película hace aguas o se queda en mero telefilm basado en hechos reales. Sin embargo, cuando Ray entra en el estudio de grabación, se pone los cascos y mira al infinito dispuesto a abrir su voz única, el tiempo se detiene y todo es mágico. Lo dicho, mezclar música con moralina es lo peor que se puede esperar de un biopic.


Sólo, que mi memoria alcance, me convence y conmueve la estupenda Bird del aficionado al jazz -también es un nada desdeñable compositor e intérprete- Clint Eastwood. Y me conmueve porque se mueve con respeto y melancolía por encima de la triste vida del genio de Charlie Parker. No hay corrección política ni moralina en la cinta de Eastwood, aunque active nuestra empatía ver cómo se trunca la vida de un gran hombre. En Bird la capacidad creadora de Parker se presenta como trágica terapia y a la vez como acelerador del esperado final del personaje. Pero no hay consideración ni compasión en la mirada de Eastwood. La vida es triste y el jazz nos hace olvidarlo. Nada más y nada menos. Bird es una película tan triste como grandiosa. Un homenaje intenso a la vida de un músico extraordinario y una mirada emotiva pero sin contemplaciones hacia su devenir. Y el resultado es hermoso. Si no la habéis visto y os gusta el jazz, es recomendable acercarse a esta película.

No se puede decir lo mismo de Ray, En la cuerda floja, Beyond the sea, y demás productos de consumo fácil y moral condescendiente, donde se muestra el lado oscuro del personaje para de-mostrar al final que no era tan malo como aparentaba y que se merece nuestra conmiseración y cariño. Todo muy tramposillo. La moda de los biopics no parece que tenga freno. Se esperan los de Edith Piaf (La Môme, del olvidable Olivier Dahan), Miles Davis (interpretado por el magnífico Don Cheadle), Iggy Pop (The Passenger, del lógicamente desconocido Nick Gomez), Nina Simone (aún sin precisar). Josh Hartnett -Tanhausser es devoto admirador suyo- va a dar vida a Chet Baker (¡qué barbaridad!, físicamente son noche y día) en The Chet Baker Story, de Bruce Beresford. Gospel according to Janis revisitará la vida de Janis Joplin. Y Bob Dylan en la que será titulada I’m Not There. Incluso Freddie Mercury tendrá su propio biopic. Y piensan llevar a las pantallas a Lenny Kravitz como Jimmy Hendrix, de la mano de Lee Daniels (productor de la intensa Monster's Ball).

Sírvanse ustedes mismos. De seguro el menú les saciará y la digestión será discreta. Eso sí, más música y menos historias
(a no ser que sea de la sabia y reposada mano de Eastwood).




Nos vemos en el cine...

Comentarios

Mª Rosa Rodríguez Palomar ha dicho que…
Gracias por tu visita y tu comentario, tienes un blog muy completo y muy buenos enlaces, paisana, además, no sé cómo no te había descubierto, tienes mi voto, desde luego. Recibe un cordial saludo y suerte.
Mª Rosa Rodríguez Palomar ha dicho que…
Por cierto te he enlazado, si no te importa, si acaso no te parece bien, dímelo :) Me parece que es muy útil, nos damos a conocer y llegamos a más gente. De nuevo, saludos.
Unknown ha dicho que…
Las biopics siempre son una incógnita, es difícil adaptar una biografía en todos los sentidos, por lo que acertar es simplemente complicado y más dependiendo del personaje en cuestión.

Hay obras sensacionales, como la que comentas de Eastwood "bird". Una de las mejores con el jazz de fondo. Puro cine.

Por otra parte miedo me da el proyecto de la de Miles Davis. Ahí lo tienen muy complicado. Estaré atento.

Un saludo