Fobias sobre clásicos consagrados

Queridos amigos. Soy Tanhausser. Doy un paso más allá de los gustos inconfesables o dudosillos, que ya son de por sí bastante morbosos. Pero quiero ir más allá y abrir una nueva discusión: la fobia a clásicos absolutamente consagrados. Pondré tres ejemplos: uno de peli, otro de director y otro de actor.

Ojo al parche que esto sí que tiene miga pues hay que saber que te pueden echar del blog, retirarte la confianza y hasta la palabra, expulsar del club e impedirte la entrada a las salas de los cines si uno, por ejemplo, confiesa su absoluto desacuerdo con la entronización de Centauros del desierto, por ejemplo, para empezar no entiendo cómo puede considerarse moderna una película en la que a los indios se los presenta, una vez más, como idiotas; no entiendo los avances técnicos en decorados interiores patéticos; no entiendo la modernidad ni el existencialismo en esos personajes estereotipados que van en busca de nada y erre que erre; no puedo dejar de acordarme de ese jefe indio que se parecía al último entrenador portugués del Real Madrid. En fin, una auténtica tortura. (La he vuelto a ver hace pocos meses en edición súper-súper con miles de extras y casi me tiro por la ventana).



Otro __en este caso__ director consagrado por la historia pero detestado por mí es Fellini. Creo que tenía que haberse dedicado a la crítica literaria o a la filosofía o semiótica de su tiempo __que sí eran interesantes__ y no al cine, porque lo peor de todo es que se las da de listo e ignora que un director es un narrador y debe contar historias y no esas banalidades pseudo-teóricas o esas provocaciones semieróticas totalmente groseras y hoy ciertamente ridículas: 8 y medio y Amarcord respectivamente.



El actor que nunca he entendido cómo le gusta a la gente es John Wayne. Aquí no doy ni argumentos porque creo que donde hay luz no hace falta candil alguno. Todavía, cuando escucho a alguien defenderle (incluso defenderle en ciertas películas como El hombre tranquilo, por ejemplo, que se salen del western) no salgo de mi asombro. Es igual de malo siempre, no hay etapas en él (más hubiese querido el hombre de Dios), es un todo continuo, un solo personaje.

Ánimo, chicos, pronúnciense, que hay carnaza en este gran paisaje que se ve tras el OjO de buey.

Tanhausser. Continuará.

Comentarios

Raquel ha dicho que…
¿La saga del Señor de los Anillos es un clásico consagrado? Mira que lo he intentado y nada, que no me gusta...
Ramón Besonías ha dicho que…
Ya sabe mi buen amigo Tanhausser que sobre cosas de amores muchos son los pareceres, y aunque por lides como éstas sangre derramaron nuestros congéneres, más taimado que el corazón la salomónica inteligencia procede. Moraleja: riñamos a gusto, pues tantas posaderas hay en el mundo como ingratos y saberes.

¡Cómo el insano gusto se adueña de los detractores de Centauros del desierto! O la ignorancia, como diría Sócrates. Pues sabiendo la causa del mal es como el alma huye de la insensatez.

¡Por favor, Tanhausser! Casi admito el turbio mareo que domina al espíritu del que se administra por vía fílmico-intravenosa noventa minutos de un Fellini barbitúrico -aunque qué decir del bufonesco y casi hermano de Almodovar en su Amarcord; es portentoso y a ratos emociona.

Y sí, también entiendo que tu indignada inteligencia de varón del siglo XXI reniege contra la imagen chulesca -a veces hitleriana, las más de arrabalero con pistolón, pañuelo al cuello y andares de renegado- de John Wayne. Es verdad, yo también le odio, claro que tanto como amo el western y su mitología, su tragedia y sus héroes crepusculares, su decadencia y su resistencia al futuro, su trasumancia frente al código despiadado -aún más que la ley del colt- de la emergente y sedentaria ciudad norteamericana, heredada del bienpensante y elegante este.

Juzgar al western por su posicionamiento moral es un snobismo típico de modernistas. Es como desestimar la aportación de la democracia griega sólo porque no consideraban a las mujeres como ciudadanos legítimos. Pues claro que no, ni tampoco los españoles hasta que llegó la Segunda República. Que los indios son tratados como animales con guión secundario. Pues claro, como todo el cine trató a la mujer hasta que llegó Johnny Guitar. ¿Acaso quedaba mejor parada la mujer en otros géneros cinematográficos como el melodrama o el bientratado noir? No digo con esto que no merezca hacer -guión aparte- un serio análisis de los estereotipos sociales que se pueden apreciar en la historia del cine. Claro que sí. Pero es una pena que esto arañe y dañe nuestra capacidad de gozar con este género.

Yo personalmente tengo una querencia infantil con el western. Para mí no es sólo un género; de hecho el contexto en el que se desarrolla es tan sólo una no despreciable escusa para modernizar -en su época lo era, y en parte aún lo es para mí; si no véase la deconstrucción que se hace del género en Sin perdón- grandes temas morales y, lo que es más importante, para remitologizar a toda una generación. Hoy el pensamiento de lo políticamente correcto relega al western al territorio de lo prehistórico por misógino, racista y rabiosamente testosterónico, reducción del todo injusta e infantil, y alimentada bien mucho por la mania posmoderna de taxonomizar en géneros el séptimo arte.

El Ethan Edwards de Centauros del desierto odia a los indios; no olvidemos que ellos mataron a toda su familia, excepto a su sobrina Debbie, interpretada por una tan poco creíble como hermosa Natalie Wood. Es desde ese odio donde nace la épica de la búsqueda de la única esperanza: encontrar a Debbie viva y rescatarla de manos de los indios. Hasta aquí todo sería un western rudimentario. Sólo desde la epopeya del camino tras las huellas de Debbie y el posterior giro de guión y conversión emocional de un Wayne deconstruido de su propia imagen de duro podemos entender que estamos ante cine en estado puro. Si no, recordad el final frente a la puerta de la casa. Un Ulises con Winchester regresa a casa, no para quedarse, sino para entregar a su sobrina. Ya puede volver -y morir- tranquilo, perdiéndose entre el polvo del desierto una vez más, por siempre... Nosotros mismos somos testigos de lo que sucede, y vemos cómo el héroe se va y la puerta se cierra tras de sí, indicando un perfecto THE END.

No por estas palabras llore usted, mi buen antólogo Tanhausser. Que en breve echaré pestes de otros clásicos que no de amor se hicieron clásicos, sino de tenerlos que soportar hasta en la sopa (mediática, por supuesto).

Nos vemos en el cine...
Ditirambo ha dicho que…
Me gusta mucho el debate propuesto por Tanhausser. Ésta es mi contribución personal al ranking de las fobias sobre clásicos consagrados:
Director consagrado más odiado: Buñuel. La sola mención de su nombre me revuelve las tripas. Hace muchos años, cuando todavía respetaba al cine, me impuse la obligación de ver toda la basura que dirigió. No me lo perdonaré nunca, como no perdonaré a algunos de mis directores favoritos (Julio Medem, David Lynch) que hablaran bien de su obra, pues eso me animó a conocerla en profundidad. Me parece un estafador consentido, un farsante taimado y sin escrúpulos. Desprecio su búsqueda incesante de epatar a los burgueses con gestos infantiles que no pueden ocultar su falta de talento. Además, el sujeto en cuestión tenía la extraña capacidad de volver insoportable los textos más interesantes (véase como ejemplo su adaptación de cumbres borrascosas, sin duda la peor de cuantas se han rodado)
Actor consagrado más odiado: Marlon Brando. Es, para mí, el peor actor de todos los tiempos. No hay ni una sola escena que haya rodado en la que no esté sobreactuado. Me parece un fantoche ensoberbecido que sólo busca reforzar su ego, lucir su histrionismo sin tener en cuenta el tono de las películas en las que actúa. Se tomaba tan en serio a sí mismo que los demás comenzaron a tomarle también en serio, cuando lo más razonable hubiera sido buscarle un retiro apropiado en algún estercolero.
Película consagrada más odiada (dedicada a Raquel): El señor de los anillos. Es, en mi opinión, el ejemplo perfecto de cómo transformar la magia de una historia en una suerte de épica de patio de colegio. Me parece un refrito indigesto de historias que ya hemos visto o leído miles de veces, sazonado con diálogos que dan vergüenza ajena. La considero un espectáculo plúmbeo, penoso, grandilocuente, cuya pirotecnia visual me hace pensar en los eructos de un gigante idiota henchido de vanidad.
Ramón Pérez Parejo ha dicho que…
Soy Tanhausser, de nuevo. Me alegra que el tema de las fobias sobre clásicos consagrados concite tanta pasión y tanto debate, incluso que se llegue a la polémica. Acepto las críticas de Ojo de Buey aunque, evidentemente, no las comparta. Sí comparto, en cambio, todas las demás opiniones vertidas sobre El señor de los anillos, por ejemplo.En lo que sí discrepo, ahora parcialmente, es en los criterios vertidos sobre Brando. A mí también me repele en muchas ocasiones porque es demadiado histriónico y egocéntrico. Eso salta a la vista.Pero, señores, Brando tiene momentos sublimes. Su papel en Un tranvía llamado deseo es colosal. Su muerte persiguiendo al nieto en el jardín de la mansión de los Corleone (tan desapercibida en el conjunto) es absolutamente genial. El moimento en que se lava la calva en Apocalypse Now no tiene parangón, aún más si se sabe que fue él quien le dijo a Coppola que le dejara a los cámaras un fin de semana para rodar la primera aprición del general Kurtz. Si Kurtz hubiese sido otro actor, cualquiera, no hubiese merecido la pena esperar ni volverse loco con M. Sheen. También me gusta en Viva Zapata, aunque no más que Anthony Queen. En realidad, en todo El Padrino también me encanta. Todos los demás le han seguido, pero no son él.Eso sí, en lo demás estoy muy de acuerdo con nuestro amigo Ditirambo.En películas como Superman, El último tango en París, , en sus escasa comedias, etc. está siempre sobreactuado.

Aparte de esto, quiero echar un poco más de leña al fuego. Otro director detestado: Wim Wenders. Otros actores: Tom Cruise, Penélope Cruz (vaya pareja), Gene Kelly, Richard Gere (no quiero seguir por los actores bailarines o metidos a bailarines que me caliento). Una película: ¡Qué bello es vivir! ¡Vaya pastel!, toda la vida aguantándola en navidad.

En fin, un cordial saludo.
JOHNMERRICK ha dicho que…
Aquí van algunas de mis fobias, (no son las peores, son las que se me han ocurrido primero).
Actor: Mi fobia se centra en un alumno aventajado de Brando: Al Pacino. Este actor desde su época de El Padrino no ha abandonado el papel de Michael Corleone: siempre está cabreado o a punto de estarlo, en sus sobreactuadas interpretaciones siempre hay una violencia latente e innecesaria que me tiene en tensión toda la película. Lo mismo le da ser un demonio, un abogado, un judío, un ciego que baila un tango, un periodista justiciero, un hispano recién salido de la cárcel o un cocinero que intenta enamorar a Michelle Pfeiffer, siempre parece estar a punto de estallar y cargarse a alguien.Coño, relájate.
Hay algunos actores que no hace falta mencionar, pero por si existe alguna duda: Mel Gibson (dentro de mis fobias, éste se lleva la palma).

Director: Después de leer los comentarios que Ditirambo ha vertido sin ningún escrúpulo sobre Buñuel iba a proponer que fuera expulsado del Blog, pero he decidido que bastará con darle donde más le duele: un director que me aburre, Eric Rohmer. Este director realiza películas pretenciosas que no cuentan nada, con actores que no son actores y se les nota, y con una fotografía que es un asco. No solo es que ruede sin guión,-a algunos directores les funciona-, es que después de la película sigue sin haber argumento. ¿De qué van las películas de Eric Rohmer? No lo sé, me duermo antes de que terminen.
Otra fobia: Nani Moretti.

Película(s): Clásicos consagrados incluso antes de estrenarse: las precuelas de la trilogía Star War. Casi treinta años esperando… y nos encontramos con argumentos forzados, simplones y sin ningún interés, decorados de cartón piedra y efectos especiales que tienen poco de eso, de especiales (basta con ver esa lava en la que se hunde Dark Vader…). Sé que esta fobia va a ofender a más de un incondicional de la saga, pido disculpas.
Ramón Besonías ha dicho que…
En primer lugar, gracias a todos por vuestra aportación en este aún preuterino blog de cinefilias tan personales, y por lo hasta ahora visto tan deslenguado. Por supuesto, no voy a ser menos y debo -sólo por la necesidad imperiosa de no morderme la lengua, ¡que conste!- largar por esta boquita mis desagravios e inyectar nuevas dosis del poco usado y no por ello menos poco inteligente virus de la insolencia.

Siguiendo con la fértil neurosis de casi todo cinéfilo de verter más letras en remarcar con afilados cuchillos su fobia al cine que tragó sin escrúpulos en otros tiempos y otras necesidades -¿no será que hemos pasado de progres con ínfulas de metrocultivados a cerveceros bartsimpsonianos sin tiempo ni ganas de masticar pensamientos elevados más allá del típico y monosilábico mensaje publicitario de turno?- que en disfrutar con el tenue subrayado de las líneas de celuloide que nos hicieron vibrar y aún hoy nos ponen los pelos como escarpias, no seré menos sadomasoquista y afilaré mis garfios de iconoclasta para adular a mi selecta comunidad de entusiastas fóbicos. Aunque mucho temo que sin duda alguna defraudaré al foro.

Me gusta Buñuel. Lo siento. Intenté sin suerte y no sin menoscabo de mi tiempo de siesta ahondar en mi odio a su cine surrealista, sin un guión aristotélico que lo conduzca a un puerto seguro, pero nada. ¡Que me encanta! Y no se crean ustedes, aguerridos compañeros de butaca, que no he intentado en numerosas ocasiones hacerme merecedor de la sensata cofradía de los realistas. Me encanta Buñuel, y en el fondo me fascina porque me incomoda –qué quieren que les diga, me va la marcha del fustigado-. La insidiosa quemazón que propinan sus fotogramas sobre mi estructurado cerebro son un psicodélico estimulante para mi sistema nervioso y alientan emociones contradictorias sobre mi corazón. No encuentro el surrealismo de Buñuel ni intelectual ni revolucionario, sino tan sólo como un banal ejercicio de diversión. No creo que Buñuel pretendiera menos que Hitchcock hacernos disfrutar. Su surrealismo no es, a mi parecer, nada pretencioso, y si en algún momento lograra ser reaccionario o provocador, no creo que esté en esta actitud su mayor logro. El surrealista sólo pretende pasarlo bien, y si se da el caso que se divierta también quien lee o visiona sus engendros. Pero Buñuel no sólo divierte; si fuera sólo eso, preferiría una maratón de Terry Toons. Buñuel además de niño travieso, es un profundo nihilista. Sabe que la realidad no tiene sentido, y que si lo tiene debe ser a lo sumo un descarado chiste que Dios escribe a través de nuestros deseos. Por eso se tira en parapente pero sin alas, a lo que salga, desordenando siempre nuestro colocado mapa del mundo. Así, nos presenta una galería de arquetipos para posteriormente desmontarlos por piezas. Por ejemplo, un santo o un señorito se convierten en insobornables activistas de la promiscuidad. Porque en el cine de Buñuel todo hijo de vecina está atravesado por oscuros objetos de deseo y lo demás son monsergas de púlpito.

El cine de Buñuel no es un cine de palomitas. Requiere atrincherarse y ofrecer resistencia. Porque su mejor baza es jugar con el desasosiego del sufriente espectador. Ahora bien, ¿quién quiere pasar un mal rato? Para eso ya están los telediarios. Entiendo las alergias de DITIRAMBO, y espero su pronta recuperación mediante la eficaz medicina que nos ofrece el cine hollywoodiense. ¿Quién prefiere la muda frialdad de una escarola con berros a la tridimensional presencia de una sabrosa hamburguesa con doble de patatas? No hay color.
Ramón Pérez Parejo ha dicho que…
No sé cómo se me habia pasado el peor actor de todos los tiempos: Fred Astaire. ¡A ver quién se atreve a contradecirme o a igualarme...!

Es que se me ponen los pelos como escarpias...

Tanhausser
Ramón Besonías ha dicho que…
¡Nunca podría usar término más exacto el cinéfago Tanhausser para nominar lo que Fred Astaire no es! Fred no es actor. Su actuación es como la de un especialista de escenas peligrosas o la de un actor saltimbanqui en una película de acción. Y no es que por ello tenga que ser repudiado de la historia del cine. Al contrario, esta apreciación tan sólo requiere una aclaración de trasfondo. Fred no es un actor de escenas o planos cortos, pero sí es perfecto para una coreografía. Porque Fred no actua, planea; Fred se desliza con la fluidez y elegancia del vuelo de las aves, y bordea con suavidad la mano o la cintura de su compañera de baile como una pluma, como planea sobre el espacio el hueso-nave en la apertura de 2001 de Kubrick a ritmo de vals. Fred es un cuerpo en movimiento, sin pausa, sin prisas, pero con armonía. Y eso ya es hermoso. Y por eso ya merece ver sus películas. Porque en sus coreografías el tiempo se detiene y el espacio se expande sin tensarse. ¿Acaso eso no es cine?

A mí poco me agrada el musical como género, pero me encanta -éste es el concepto exacto- tomado como algo circunstancial, en clave escénica. De hecho, me aburre el diálogo que
circumbala a los musicales. Y por otro lado tampoco querría una película con bailes de noventa
minutos. Es la fugacidad de la escena lo que me parece mágico. Ver a Fred y Ginger deslizándose al compás del Cheek to Cheek de Irving Berlin es delicioso -por cierto, Woody Allen hace un homenaje a esta escena en La rosa púrpura del Cairo-, y fuera de eso la película es una cárcel necesaria que el sufrido espectador tiene que penar. Quien busque un actor de guión y método que busque en otro lugar; Fred es todo movimiento, acción poética, la magia del espacio llenándose con sus delgadas brazos y sus delgadas piernas sin arrugar la armonía y el encantamiento. Pero por favor nunca miren la cara de cordero de Fred cuando habla o se dirige a su compañera de reparto. Porque si lo hacen les decepcionará. Fred no actúa, se mueve; ¡y cómo lo hace, Dios mio! Si Fred se para, lo mejor es pulsar el mando del vídeo o salirse de la sala o echarse a dormir.

Nos vemos en el cine...
Anónimo ha dicho que…
Intervengo por primera vez en esta charla sobre fobias (tenía que ocurrírsele a mi amigo Tanhausser una irreverencia tan interesante, hay que ver lo que disfruta esta criatura cuestionando tópicos...) y quiero deciros desde el principio que es un verdadero placer leeros. De verdad.

Ahí va mi aportación:

Soy tan buñuelfóbica como Ditirambo. Suscribo cada una de sus palabras sobre este cineasta. Y en mi opinión, el problema no está en la falta de guión aristotélico de que habla Ojo de buey (cómo habría de tenerlo un ejercicio surrealista) ni en el hecho de que incomode o no. Esa es la cuestión, precisamente, ¡que no me incomoda nada! El surrealismo de Buñuel me parece infantil, forzado, predecible y soso. Me aburren sus películas, lo confieso. No las soporto. Me las tragué casi todas en los mozos años universitarios, para cumplir con el cupo de películas que tenían que gustarnos obligatoriamente si queríamos adquirir el lustre intelectualoide obligado. Pero una ya se ha vuelto adulta y se da el gusto de decir lo que quiere, y lo cierto es que no las soporto. Lo que creo es que Buñuel se ha beneficiado mucho de que la vanguardia en la España de los años veinte y treinta fuese algo completamente forzado: había que ser vanguardistas para parecernos al resto de los europeos y quitarnos el polvoriento sambenito del sentimentalismo realista, Y, claro,entre tanto complejo y acomplejado, a Buñuel se le apareció la virgen, porque a ver quién era el guapo que decía que el emperador iba desnudo, o sea, que sus películas eran insoportables. Y qué puedo decir de las que hizo después, en décadas posteriores... Tampoco las aguanto. Lo siento, ojo de buey, pero no creo que sea un nihilista ni que descoloque ningún mapa, ni que apueste por nada, ni que se tire en parapente, ni nada de eso. A mí solo me parece un niño burgués que está aburrido. La verdad es que no creo que aporte nada. Y te equivocas cuando insinúas que si no nos gusta Buñuel es porque formamos parte de la "sensata cofradía de los realistas". De hecho, con ese planteamiento tú mismo incurres en lo que dio a Buñuel un prestigio que, desde mi punto de vista, no merecía. Me refiero a un prejuicio muy habitual: "si no te gusta Buñuel es porque no entiendes el Surrealismo, porque solo te va el rollo clásico aristotélico, porque eres del gremio realista". Pues no, la verdad, no es así. No suelo tener problemas con las etiquetas, si las películas son buenas. Quiero decir que lo mismo me da una comedia, que un musical, que un drama, que un western, lo que sea, si está bien hecho. Y, por supuesto, puedo disfrutar tanto de una obra realista como de una de vanguardia, si hay calidad. Y, en mi opinión, las de Buñuel no la tienen. Son un horror. Este hombre habría podido aprender mucho de Julio Medem si el tiempo los hubiese trocado en su curso. Y es que en eso también coincido con Ditirambo: soy una incondicional de Medem.

Otra de mis fobias es Garci, no porque sea un clásico, sino porque parece intocable aquí, en España. Pero sus películas me parecen de un sentimentalismo fácil insoportable, "estomagante". La que más nerviosa me pone es "You´re the one". Le reconozco ciertos méritos técnicos, como el nitrato de plata en el blanco y negro, que, verdaderamente, queda precioso. Pero la historia en sí me parece de un cursi que no soporto: los personajes están absolutamente tipificados, y resultan de cartón, la interpretación de Lidia Bosch me pone de los nervios (esa carita melancólica y autocomplaciente que pone durante toda la peli, ¿qué tendrá que ver con el dolor que siente una persona ante la muerte de su pareja? ¡Sobre todo cuando esa muerte se ha producido en circunstancias tan injustas! No digo que tenga que ponerse en pie de guerra, evidentemente la historia no va de eso, pero lo de la lágrima que rueda silenciosa y lentamente por la mejilla... ¡Por favor! ¡Cuánto almíbar! Y es que eso es Garci: puro almíbar. Me provoca acidez.

Pero, sobre todo, hay un detalle que me pone especialmente nerviosa en "You´re the one" (y que creo que es característica de otras películas de Garci), un indicio muy concreto que delata a un mal guión y a una floja caracterización de personajes: ¿recordáis la escena en la que el maestro del pueblo se dirige por primera vez a la "señorita vainilla" (hay que ser cursi...)para pedirle que le ayude a montar una obra de teatro con los niños del colegio? Comienza por exponer, punto por punto, el currículum enterito de ella. ¿A qué viene eso? ¿Es eso una conversación de verdad? Lo que ocurre ahí es lo típico que le pasa a un escritor o a un guionista cuando no ha sabido caracterizar bien a sus personajes: tiene que meter con calzador la información que necesitará el receptor. Y, claro, queda forzadísimo. O a lo mejor es que piensa que los espectadores somos tontos. Esto os lo pongo como ejemplo. Pero en realidad esa solo es una de las razones por las que el cine de Garci me parece tan indigesto: todo está tan atado, tan colocadito como en una de esas casas impolutas en las que parece que no vive nadie: cada cosa en su sitio, pero nada respira, nada es creíble. A lo mejor es que este señor, que suele comportarse como si fuese más listo que nadie (así lo recuerdo yo en ¡Qué grande es el cine!) piensa que los mortales necesitamos muchas, muchas explicaciones, para entender la psicología de sus personajes (como si éstos tuviesen mucha)cuando lo que necesitamos es que se nos cuente bien una historia, y que se use el lenguaje cinematográfico, que para eso está.

Tengo muchos más argumentos que daros sobre mi Garcifobia, pero esto empieza a resultar ya demasiado largo. Lo dejo para otro rato.

Saludos.
Ramón Besonías ha dicho que…
Bienvenida, Golightly, a esta familia tan afortunadamente desavenida en sus cinefobias. Espero verte más por aquí, tenemos un foro muy tetosterónico.

A lo que dices de Buñuel no tengo mucho remiendo ni resquebrajo, pues como tú bien has demostrado, Buñuel es cuestión de gustos. Lo mismo te desalienta que te deja igual (o peor). Eso sí, siento que le tuvieras que descubrir ya empachada del snobismo de vanguardias. Yo lo pillé de improviso, tarde y sin manual de libro a mano. Y por supuesto, no me desagrada en modo alguno sus trasnochados excesos de "aquí hay tomate", ni su anticlericalismo hoy infantil y ñoño. Le tolero sus ismos con tolerancia de madre ciega, y todo esto será porque me gustan los directores que, independientemente de la estética que propugnen, hacen y deshacen a gusto sin mediar modas, aunque ellos mismos sean ya hoy una moda más al servicio del merchandising del ministerio de cultura de turno. Estos desarreglos generacionales "me la sudan" sin hacer calor.

Me gusta igualmente la incontenida agresividad expresiva que destila sin pudor el propio personaje de Buñuel. No dejo de ver en él al bruto pero honesto "pueblerino" español venido a más, que pone a caldo las sopas que le vienen en gana, calentando en la olla las miserias de una España que ya no está (o no).

Y sobre todo, me gusta aún más Buñuel cuando al paso del tiempo sus nietos generacionales lo apedrean por progre, snob, intelectualillo y aburrido. Este sinsabor crece aún más su carácter reaccionario. Y que conste, su virulencia me parece más infantil que intelectual, en eso estamos de acuerdo, Golightly, aunque no en el goce.

En lo que respecta a Garci, suscribo y multiplico por mil todo lo que dices, aunque muchas de esos disgustos se prestan como virtudes en un Almodovar.

Nos vemos en el cine...
Ramón Pérez Parejo ha dicho que…
Bienvenida, querida Golightly. Por tu fluidez expresiva y tus criterios sobre las vanguardias supongo que sé quién eres. Coincido contigo totalmente y bienvenida de nuevo.
Un abrazo.
Kundele ha dicho que…
Estoy de acuerdo en su totalidad con las críticas hechas a Buñuel,a Garci y, no digamos, a Lidia Bosch. Me gustaría añadir, dentro de esta lista de fobias a James Dean, a su sobreactuación de sí mismo en todas su interpretaciones. Me gustaría haber comprobado si el mito sobre Dean habría aguantado si su vida no hubiese sido tan corta. La suma James Dean + Rebelde sin causa (otro mito para mí absolutamente descafeinado) me resulta francamente soporífera.