Piratas del Caribe 3
Disney-Bruckheimer o la fábrica de hacer películas
Esta sensación de gazpacho audiovisual posee tan sólo una motivación crematística y en nada artística. Verbinski, bajo la tutela empresarial de un financiero del divertimento como es Bruckheimer, ha hecho los deberes que le han mandado. Y lo ha hecho bien, y con descaro. A Piratas del Caribe 3 se le nota demasiado su querencia por la taquilla, y su seguridad de vender un producto que antes de salir ya había superado las expectativas de hacer ricos a sus productores.
Por eso Piratas del Caribe 3 riza su trama, permitiéndose licencias clonadoras con discursos esquizofrénicos, o piratas rollingstonianos que defienden el código pirata y la memoria musical de los padres que acompañan a sus hijos a las salas (¿o es al revés?) Y el enredo de su guión se soporta porque viene aderezado (como casi todo el cine americano de consumo rápido) de un terremoto audiovisual que desencaja los ojos del respetable y lo mantiene calladito en la butaca, engullendo sus palomitas y sorbiendo la ración habitual de jarabe made in USA. Al salir de la sala sólo quedará lo que vimos, es decir, mero humo de sonidos y colores y unos buenos euros menos en los bolsillos. Y a seguir tragando fuegos artificiales, que la vida son dos días y Hacienda y la muerte no perdonan.
Con Piratas del Caribe 3, Spiderman 3 y todos sus primos hermanos se nos presenta un menú cinematográfico en nuestros cines poco alentador para quien hubiera gustado de ver colgado en cartel otros títulos igual o más jugosos y de mayor empaque (véase Zodiac, entre decenas más), y sólo encuentra platos prefabricados que si bien seducen a primera vista, devienen más tarde en kitkats con los que matar el gusanillo que uno tiene de buen cine (o si acaso cine a secas), y no decorados digitales recauchutados por expertos en marketing.
En fin, nos vemos en el cine (o en el parque de atracciones)...
Comentarios
Saludos
El mejor actor: el mono inmortal. Ni Depp se salva en ésta.